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Todo lo que es bueno en la vida, irremediablemente hace daño. ¿Qué no es justo esa la premisa del cuento del hombre que perdió una costilla, pero al mismo tiempo ganó una mujer y que impuso la moda de la vegetación en los genitales? Lo bueno, en exceso es malo. ¿Pero qué es de lo bueno si sólo puedes tener una probadita? Al carajo, en estos días absolutamente todo hace daño.

Y no hay nada peor para tu sistema circulatorio que el único alimento que se lleva bien con TODO. Damas y caballeros: ¡EL TOCINO!

(Tienen unos segundos para pensar con qué sabría mal el tocino.)





¿Verdad que no hay nada?

Hay algunos especialistas y teólogos que afirman que el fruto prohibido del jardín del Eden sabía a tocino. De ahí, que el cerdo sea un alimento impuro y prohibido para ciertas culturas. La última tentación de Eva, delicioso manjar que embeleza hasta al más escéptico. Los vegetarianos se convertirían tan sólo unos segundos al carnivorismo por un pequeño trozo de tocino.

Al mismo tiempo, el tocino es el enemigo número uno para el sistema circulatorio. Un pésimo alimento: grasoso, implacable, nocivo, contracirculatorio, delicioso. Ningún especialista lo recomienda, el cuerpo lo resiente, las venas lo detestan.

Existe la teoría de que todos estamos conectados con Kevin Bacon de alguna u otra forma a menos de 6 grados de diferencia. El tocino es fuente inagotable de alegría. Como el fruto prohibido que alguna vez la costilla de ese hombre solitario osó consumir. Es sencillo, todos los caminos llevan al tocino.


Visiten CrowdasDF, pamplinas cibernéticas cortesía de otros amantes (e inductores) del tocino.
Y para los que se preguntaban por Kevin Bacon. Aquí está la explicación.